Ir al contenido principal

¿Puede una mujer olvidarse de su niño? (Is 49,14-15)

8º domingo del Tiempo ordinario – A . 1ª lectura
14  Sión había dicho: «El Señor me ha abandonado,
mi Señor me ha olvidado».
15 ¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho,
no compadecerse del hijo de sus entrañas?
¡Pues aunque ellas se olvidaran,
Yo no te olvidaré!
Esta bella exclamación forma parte de unos oráculos sobre Sión, la ciudad predilecta del Señor, adonde vendrán de toda la diáspora a habitar en ella. Será un auténtico milagro. Ante las quejas de los que piensan que esto será imposible porque parece que el Señor se ha olvidado de su pueblo, se replica de un modo incontestable.
La imagen de la madre incapaz de olvidar a sus hijos (v. 15) es una de las más bellas y audaces de toda la Biblia para expresar el amor de Dios a su pueblo. Ha sido utilizada con frecuencia en textos ascéticos de todos los tiempos. Y así lo hace también Juan Pablo II al referirse al amor misericordioso que muestra Dios con los suyos, expresado en hebreo con el término rahamim, que denota el amor de la madre (rehem significa regazo materno). Dios, como una madre, ha llevado en su seno a la humanidad y especialmente a su pueblo, lo ha dado a luz con dolor, lo ha alimentado y consolado (cfr 42,14; 46,3-4): «Desde el vínculo más profundo y originario, mejor, desde la unidad que liga a la madre con el niño, brota una relación particular con él, un amor particular. Se puede decir que este amor es totalmente gratuito, no fruto de mérito, y que desde este aspecto constituye una necesidad interior: es una exigencia del corazón. Es una variante casi femenina de la fidelidad masculina a sí mismo, expresada en el hesed. Sobre ese trasfondo psicológico rahamim engendra una escala de sentimientos, entre los que están la bondad y la ternura, la paciencia y la comprensión, es decir, la disposición a perdonar. (...) Este amor, fiel e invencible gracias a la misteriosa fuerza de la maternidad, se expresa en los textos veterotestamentarios de diversos modos: ya sea como salvación de los peligros, especialmente de los enemigos, ya sea también como perdón de los pecados respecto de cada individuo, así como también de todo Israel, y, finalmente, en la prontitud para cumplir la promesa y la esperanza (escatológicas), no obstante la infidelidad humana» (Dives in misericordia, nota 52; cfr Mulieris dignitatem, n. 8).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21,1-11)

Domingo de Ramos. Procesión 1 Al acercarse a Jerusalén y llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, 2 diciéndoles: —Id a la aldea que tenéis enfrente y encontraréis enseguida un asna atada, con un borrico al lado; desatadlos y traédmelos. 3 Si alguien os dice algo, le responderéis que el Señor los necesita y que enseguida los devolverá. 4 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta: 5 Decid a la hija de Sión: «Mira, tu Rey viene hacia ti con mansedumbre, sentado sobre un asna, sobre un borrico, hijo de animal de carga». 6 Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. 7 Trajeron el asna y el borrico, pusieron sobre ellos los mantos y él se montó encima. 8 Una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino. 9 Las multitudes que iban delante de él y las que seguían detrás gritaban diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bend

Pasión de Jesucristo, según San Juan (Jn 18,1–19,42)

Viernes Santo – Evangelio 19,25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo. 27 Después le dice al discípulo: —Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa. 28 Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. 29 Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: —Todo está consumado. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Comentario a Juan 18,1 - 19,42 El Evangelio de Juan presenta la pasión y muerte de Jesús como una glorificación. Con numerosos detalles destaca que en la pasión se realiza la suprema manifestación de Jesús como el Mesías Rey. Así, cuando

El valor del sufrimiento (Is 50,4-7)

Domingo de Ramos – B. 1ª lectura 4 El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo para saber alentar al abatido con palabra que incita. Por la mañana, cada mañana, incita mi oído a escuchar como los discípulos. 5 El Señor Dios me ha abierto el oído, yo no me he rebelado, no me he echado atrás. 6 He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, y mis mejillas a quienes me arrancaban la barba. No he ocultado mi rostro a las afrentas y salivazos. 7 El Señor Dios me sostiene, por eso no me siento avergonzado, por eso he endurecido mi rostro como el pedernal y sé que no quedaré avergonzado. Después de que el segundo canto del siervo haya glosado la misión del siervo (cfr Is 49,6), ahora el tercero reclama la atención para la propia persona del siervo. El poema está bien construido en tres estrofas que comienzan del mismo modo: «El Señor Dios» (vv. 4.5.7), y con una conclusión (v. 9), que también contiene la misma fórmula. La primera estrofa (v. 4) subray