Ir al contenido principal

Sacerdocio común de los fieles (1 P 2,4-9)

Domingo 5º de Pascua – A. 2ª lectura
4 Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, 5 también vosotros —como piedras vivas— sois edificados como edificio espiritual para un sacerdocio santo, con el fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo. 6 Por lo que dice la Escritura:
Mira, pongo en Sión una piedra angular,
escogida, preciosa;
quien crea en ella, no será confundido.
7 Por eso, para vosotros, los creyentes, el honor; pero para los incrédulos:
La piedra que rechazaron los constructores,
ésta ha llegado a ser la piedra angular,
8 y piedra de tropiezo y roca de escándalo.
Ellos tropiezan, porque no creen en la palabra: para esto habían sido destinados. 9 Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido en propiedad, para que pregonéis las maravillas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz.
Todo el pasaje —compuesto por un entramado de citas del Antiguo Testamento, tal vez empleadas en la primitiva catequesis apostólica— gira en torno a la imagen de la edificación. El Bautismo hace al cristiano miembro del edificio espiritual de la Iglesia, cuya piedra clave es Jesucristo (vv. 4-8). Los cristianos, piedras vivas, han de estar unidos a Él por la fe y por la gracia, para construir sólidamente el templo donde se ofrezcan «sacrificios espirituales, agradables a Dios» (v. 5). Cuanto más íntima sea la unión con Jesucristo, más sólida resultará la edificación: «Todos los que creemos en Cristo Jesús somos llamados piedras vivas (...). Para que te prepares con mayor interés, tú que me escuchas, a la construcción de este edificio, para que seas una de las piedras próximas a los cimientos, debes saber que es Cristo mismo el cimiento de este edificio que estamos describiendo» (Orígenes, In Iesu Nave 9,1).
«Para esto habían sido destinados» (v. 8). No hay hombres que estén condenados de antemano. Se trata de una manera bíblica de expresar la acción libre de los hombres, como algo previsto en los planes de Dios.
Frente a los incrédulos, los creyentes son el verdadero y nuevo Pueblo de Dios (vv. 9-10). Los privilegios de Israel son ahora de los cristianos. Los vaticinios del Antiguo Testamento se han cumplido en la Iglesia.
En este pueblo santo hay un único sacerdote, Jesucristo, y un único sacrificio, el que ofreció en la cruz y se renueva en la Santa Misa. Pero todos los cristianos, mediante los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, participamos del sacerdocio de Jesucristo, y quedamos capacitados para llevar a cabo una mediación sacerdotal entre Dios y los demás hombres, y para participar activa­mente en el culto divino. Es el llamado sacerdocio común de los fieles. «Todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta santa, consagran el mundo mismo a Dios» (Conc. Vaticano II, Lumen gentium, n. 34).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Habla Señor, que tu siervo escucha (1 S 3,3b-10.19)

2º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura 3b  Samuel estaba acostado en el Santuario del Señor donde estaba el arca de Dios. 4 Entonces el Señor le llamó: —¡Samuel, Samuel! Él respondió: —Aquí estoy. 5 Y corrió hasta Elí y le dijo: —Aquí estoy porque me has llamado. Pero Elí le respondió: —No te he llamado. Vuelve a acostarte. Y fue a acostarse. 6 El Señor lo llamó de nuevo: —¡Samuel! Se levantó, fue hasta Elí y le dijo: —Aquí estoy porque me has llamado. Pero Elí contestó: —No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte 7 —Samuel todavía no reconocía al Señor, pues aún no se le había revelado la palabra del Señor. 8 Volvió a llamar el Señor por tercera vez a Samuel. Él se levantó, fue hasta Elí y le dijo: —Aquí estoy porque me has llamado. Comprendió entonces Elí que era el Señor quien llamaba al joven, 9 y le dijo: —Vuelve a acostarte y si te llaman dirás: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Samuel se fue y se acostó en su aposento. 10 Vino el Señor, se

Pecado y arrepentimiento de David (2 S 12,7-10.13)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 7 Dijo entonces Natán a David: —Tú eres ese hombre. Así dice el Señor, Dios de Is­rael: «Yo te he ungido como rey de Israel; Yo te he librado de la mano de Saúl; 8 te he entregado la casa de tu señor y he puesto en tu regazo las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y, por si fuera poco, voy a añadirte muchas cosas más. 9 ¿Por qué has despreciado al Señor, haciendo lo que más le desagrada? Has matado a espada a Urías, el hitita; has tomado su mujer como esposa tuya y lo has matado con la espada de los amonitas. 10 Por todo esto, por haberme despreciado y haber tomado como esposa la mujer de Urías, el hitita, la espada no se apartará nunca de tu casa». 13 David dijo a Natán: —He pecado contra el Señor. Natán le respondió: —El Señor ya ha perdonado tu pecado. No morirás. En el párrafo anterior a éste, Natán acaba de interpelar a David con una de las parábolas más bellas del Antiguo Testamento provoca

La vid y los sarmientos (Jn 15,1-8)

5º domingo de Pascua – B. Evangelio 1 Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. 2 Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. 3 Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como los sarmientos, y se seca; luego los recogen, los arrojan al fuego y arden. 7 Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos. Comentario a Juan 15,1-8 La imagen de la vid era empleada ya en el Antiguo Testamento para significar al pueblo de Israel (Sal 8