Ir al contenido principal

Zaqueo (Lc 19,1-10)

31º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio
1 Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. 3 Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí. 5 Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo:
—Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa.
6 Bajó rápido y lo recibió con alegría. 7 Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador. 8 Pero Zaqueo, de pie, le dijo al Señor:
—Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más.
9 Jesús le dijo:
—Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán; 10 porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
El episodio ilustra la misericordia de Dios ante la conversión del pecador que tan prodigiosamente describió el Señor en sus parábolas (15,1-32). Zaqueo es un hijo de Abrahán (v. 9) que, sin embargo, parece que no vivía las condiciones de la Alianza (cfr vv. 2.7). Pero Jesús ha venido a salvar también a los descarriados (cfr 15,1-7 y Ez 34,16: «Buscaré a la oveja perdida, tomaré a la descarriada, curaré a la herida y sanaré a la enferma»). Por eso, ante el movimiento de curiosidad de Zaqueo (vv. 3-4), Jesús responde llamándole por su nombre y aceptándole junto a Él (v. 5). El resultado de ese encuentro con Cristo es la alegría (v. 6) y la salvación (vv. 9-10).
Muchas enseñanzas podemos sacar del episodio. En primer lugar, que el Señor nos busca a pesar de nuestra condición. Zaqueo pertenecía al oficio de los publicanos, recaudadores de impuestos para la hacienda romana; por esto, y porque abusaban en su función, eran odiados por el pueblo. De ahí que, si el Señor «elige a un jefe de publicanos, ¿quién desesperará de sí mismo cuando éste alcanza la gracia?» (S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, ad loc.).
Después, la actitud de Zaqueo. El lector descubre en las acciones del jefe de publicanos —«porque era pequeño de estatura», «se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro» (vv. 3-4)— algo más que curiosidad. Tal vez por eso le llama el Señor. Como la de Zaqueo, así ha de ser nuestra búsqueda de Dios: sin falsa vergüenza ni miedo al qué dirán. «Convéncete de que el ridículo no existe para quien hace lo mejor» (S. Josemaría Escrivá, Camino, n. 392).

Al final, su correspondencia a la gracia. Con el propósito de devolver el cuádruple de lo que podía haber defraudado, cumple la Ley de Moisés (cfr Ex 21,37), y además entrega la mitad de sus bienes: «Que aprendan los ricos que no consiste el mal en tener riquezas, sino en no usar bien de ellas; porque así como las riquezas son un impedimento para los malos, son también un medio de virtud para los buenos» (S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, ad loc.).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Pasión de Jesucristo, según San Juan (Jn 18,1–19,42)

Viernes Santo – Evangelio 19,25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo. 27 Después le dice al discípulo: —Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa. 28 Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura , dijo: —Tengo sed. 29 Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: —Todo está consumado. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. El Evangelio de Juan presenta la pasión y muerte de Jesús como una glorificación. Con numerosos detalles destaca que en la pasión se realiza la suprema manifestación de Jesús como el Mesías Rey. Así, cuando dice «yo soy»,

Himno a la caridad (1 Co 12,31—13,13)

4º domingo del Tiempo ordinario – C. 2ª lectura 12,31 Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino más excelente. 13,1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos. 2 Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada. 3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía. 4 La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la

Hoy se ha cumplido esta Escritura (Lc 1,1-4; 4,14-21)

3º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio 1,1 Ya que muchos han intentado poner en orden la narración de las cosas que se han cumplido entre nosotros, 2 conforme nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, 3 me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo, 4 para que conozcas la indudable certeza de las enseñanzas que has recibido. 4,14 Entonces, por impulso del Espíritu, volvió Jesús a Galilea y se extendió su fama por toda la región. 15 Y enseñaba en sus sinagogas y era honrado por todos. 16 Llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado y se levantó para leer. 17 Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y, abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba escrito: 18  El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los p