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Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo (1Co 15,20-27a)

La Asunción de la Virgen María – 2ª lectura

20 Ahora bien, Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primer fruto de los que mueren. 21 Porque como por un hombre vino la muerte, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Y así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su propio orden: como primer fruto, Cristo; luego, con su venida, los que son de Cristo. 24 Después llegará el fin, cuando entregue el Reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, toda potestad y poder. 25 Pues es necesario que él reine, hasta que ponga a todos los enemigos bajo sus pies. 26 Como último enemigo será destruida la muerte. 27 porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies.

La unión de los cristianos con Cristo es tan profunda que la resurrección de Jesucristo es principio y causa de nuestra resurrección. Como la desobediencia de Adán trajo la muerte de todos, Jesucristo —nuevo Adán— ha merecido la resurrección de todos (vv. 21-23). La salvación del cristiano culminará tras la muerte con la resurrección del cuerpo, al final de los tiempos (vv. 24-25). «Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. “La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella” (Tertuliano, De resurrectione mortuorum, 1,1)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 991).

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