Esperamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo (1 Co 1,3-9)
1º domingo de Adviento – B. 2ª lectura
3 Gracia y paz a vosotros
de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
4 Doy
continuamente gracias a mi Dios por vosotros, a causa de la gracia de Dios que
os ha sido concedida en Cristo Jesús, 5 porque en él fuisteis
enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia, 6 de modo
que el testimonio de Cristo se ha confirmado en vosotros, 7 y así no
os falta ningún don, mientras esperáis la manifestación de nuestro Señor
Jesucristo. 8 Él os confirmará hasta el final, para que seáis
hallados irreprochables el día de nuestro Señor Jesucristo. 9 Fiel
es Dios, por quien fuisteis llamados a la unión con su Hijo Jesucristo, Señor
nuestro.
San Pablo comienza esta carta primera a los corintios con el saludo
habitual de presentación (vv. 1-3) y unas palabras de acción de gracias, en las que recuerda las
cualidades y dones más sobresalientes de los cristianos a quienes dirige la epístola
(vv. 4-9).
El Apóstol modifica la fórmula epistolar de saludo habitual en el
mundo grecorromano (chairein,
«saludos») por una más personal y de más fuerza cristiana: «Gracia y paz» (v.
3). «No hay verdadera paz, como no hay verdadera gracia, sino las que vienen de
Dios —enseña San Juan Crisóstomo—. Poseed esta paz divina y no tendréis nada
que temer, aunque fuerais amenazados por los mayores peligros, ya sea por los
hombres, ya sea incluso por los mismos demonios. Al contrario, para el hombre
que está en guerra con Dios por el pecado, mirad cómo todo le da miedo» (In 1 Corinthios 1, ad loc.).
La acción de gracias, frecuente en las cartas paulinas, es en este
caso de gran densidad doctrinal: recuerda a los corintios que Dios es el origen
de su situación privilegiada (v. 4), que gozan de los dones de palabra y
ciencia (vv. 5-6), y viven a la espera de la venida gloriosa de Cristo (vv.
7-9).
Los dones y carismas serán tratados con amplitud en otros lugares de
la carta (12,1ss.). Aquí se subraya un enriquecimiento «en palabra y en
ciencia» (v. 5), es decir, en conocimiento de la doctrina cristiana y capacidad
para expresarla con claridad: «Hay quienes poseen el don de ciencia, pero no el
de la palabra; y hay quienes poseen una y otra. Los simples fieles, las
inteligencias sencillas conocen nuestras verdades, pero no pueden expresarlas
con la claridad con que están en su espíritu. Vosotros, en cambio, dice San
Pablo, no sois así: vosotros conocéis esas verdades y podéis hablar de ellas,
sois ricos en el don de la palabra y en el de la ciencia» (S. Juan Crisóstomo, In 1 Corinthios 2, ad loc.).
«Os confirmará hasta el final» (v. 8). El horizonte escatológico —los
acontecimientos que tendrán lugar al final de la vida de cada persona y de la
historia— es clave. Puesto que algunos creían que ya habían alcanzado la
plenitud de la perfección, Pablo recuerda que todavía vivimos en lucha y
esperanza hasta que llegue «el día del Señor», es decir, del juicio, día en que
Jesucristo, como Juez, se manifestará en la plenitud de gloria (cfr 2 Co 1,14;
1 Ts 5,2).
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