El arca de Noé figura del bautismo (1 P 3,18-22)
1º domingo de Cuaresma – B. 2ª lectura
18 Porque
también Cristo padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los
injustos, para llevaros a Dios. Fue muerto en la carne, pero vivificado en el
espíritu. 19 En él se fue a predicar también a los espíritus cautivos,
20 en otro tiempo incrédulos, cuando en tiempos de Noé les esperaba
Dios pacientemente, mientras se construía el arca. En ella, unos pocos —ocho
personas— fueron salvados a través del agua. 21 Esto era figura del
bautismo, que ahora os salva, no por quitar la suciedad del cuerpo, sino por
pedir firmemente a Dios una conciencia buena, por la resurrección de
Jesucristo, 22 que, después de haber subido al cielo, está sentado a
la diestra de Dios, con los ángeles, las potestades y las virtudes sometidos a
él.
En el pasaje es posible que se encuentren elementos de un Credo de la
primitiva catequesis cristiana del Bautismo. Se expresa con claridad el núcleo
de la fe en Jesucristo, tal como desde el principio la predicaron los Apóstoles
y pasó al Símbolo Apostólico: murió, descendió a los infiernos, resucitó y
ascendió a los cielos.
El v. 19 recoge la fe de la
Iglesia en el descenso de Cristo a los infiernos,
manifestación de la universalidad de la salvación: «Cristo muerto, en su alma
unida a su persona divina, descendió a la morada de los muertos. Abrió las
puertas del cielo a los justos que le habían precedido» (Catecismo de la
Iglesia Católica , n. 637). La expresión «espíritus
cautivos» ha sido interpretada de diversos modos: estos espíritus pueden
simbolizar a las almas de los justos del Antiguo Testamento, retenidos en el
seno de Abrahán. Así lo interpretan algunos Padres de la Iglesia. Pero
también pueden ser los ángeles caídos que habían sido retenidos en las
profundidades tenebrosas. De esta manera se subrayaría la victoria de Cristo
sobre el demonio. Las aguas del diluvio son figura de las del Bautismo: como
Noé y su familia se salvaron en el Arca a través de las aguas, ahora los
hombres se salvan a través del Bautismo, por el que son incorporados a la Iglesia de Cristo (vv.
20-22).
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