16º domingo del Tiempo ordinario – B.
Evangelio
30 Reunidos
los apóstoles con Jesús, le explicaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31
Y les dice:
—Venid vosotros solos a un lugar
apartado, y descansad un poco.
Porque eran muchos los que iban y
venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer.
32 Y
se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos.
33 Pero
los vieron marchar, y muchos los reconocieron. Y desde todas las ciudades,
salieron deprisa hacia allí por tierra y llegaron antes que ellos. 34 Al
desembarcar vio una gran multitud y se llenó de compasión por ella, porque
estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Fácilmente, se percibe aquí la intensidad del ministerio público de
Jesús. Era tal su dedicación que, por segunda vez (cfr 3,20), el evangelio hace
notar que no tenía tiempo ni de comer.
Los Apóstoles participan también de esta entrega a los demás: tras las
agotadoras jornadas de la misión apostólica, Jesús quiere llevarlos a
descansar, pero las muchedumbres no se lo permiten. Los propósitos del Señor no
dejan de ser una enseñanza práctica: «El Señor hace descansar a sus discípulos
para enseñar a los que gobiernan que quienes trabajan de obra o de palabra no
pueden trabajar sin interrupción» (S. Beda, In
Marci Evangelium 2,5,31).
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