17 Toda
dádiva generosa y todo don perfecto vienen de lo alto y descienden del Padre de
las luces, en quien no hay cambio ni sombra de mudanza. 18 Por libre
decisión nos engendró con la palabra de la verdad, para que fuésemos como
primicias de sus criaturas.
21b Recibid
con mansedumbre la palabra sembrada en vosotros, capaz de salvar vuestras
almas. 22 Pero tenéis que ponerla en práctica y no sólo escucharla
engañándoos a vosotros mismos.
27 La
religiosidad pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos
y a las viudas en su tribulación y guardarse incontaminado de este mundo.
Ante las pruebas a las que se ven sometidos los destinatarios,
Santiago es claro: de Dios únicamente puede provenir el bien. Nunca se puede
atribuir a Dios la inclinación al pecado (cfr Si 15,11-13). Tampoco podría
decirse que, al dar la libertad, Dios es causa del pecado. Éste surge cuando se
cede a la seducción de la concupiscencia. Somos responsables de nuestros
actos, aunque seamos tentados. Por eso, con la petición del Padrenuestro «no
nos dejes caer en la tentación» le pedimos a Dios que «no nos deje tomar el
camino que conduce al pecado» (Catecismo
de la Iglesia
Católica , n. 2846).
«Padre de las luces» (v. 17). Designa a Dios como creador de los
astros (cfr Gn 1,14ss.; Sal 136,7-9) y —teniendo en cuenta el habitual
simbolismo de la luz— como fuente de todos los bienes. Los cristianos,
engendrados de nuevo por Dios mediante «la palabra de la verdad» —el
Evangelio—, pertenecen a Dios por ser sus «primicias» (v. 18; cfr Dt 26,1-11).
En 1,18, el autor sagrado se ha referido a la «palabra de la verdad» y
a su eficacia sobrenatural. Después, mediante imágenes expresivas, especifica
que, aunque tenga ese poder, no basta con oírla: es necesario escucharla con
docilidad —«el que habló, en muchas ocasiones se arrepintió; el que guardó
silencio, nunca» (Ecumenio, Commentarium
in Iacobum, ad loc.)— (vv. 19-21)
y tenga consecuencias prácticas en la conducta (vv. 22-27; cfr Mt 7,24; Lc
11,28). Más adelante volverá a insistir en ello (cfr 2,14-26).
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