20º domingo del Tiempo ordinario – C. Evangelio
49 Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda? 50 Tengo que ser bautizado con un bautismo, y ¡qué ansias tengo hasta que se lleve a cabo! 51 ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, os digo, sino división. 52 Pues desde ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra tres, 53 se dividirán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
El fuego expresa frecuentemente en la Biblia (cfr p. ej. Dt 4,24) el amor ardiente de Dios por los hombres. Con esta imagen y con la del Bautismo (cfr Mt 10,16-42) Jesús revela sus ansias incontenibles de dar la vida por amor a los hombres. Los cristianos debemos seguir su ejemplo: «¡Oh Jesús..., fortalece nuestras almas, allana el camino y, sobre todo, embriáganos de Amor!: haznos así hogueras vivas, que enciendan la tierra con el divino fuego que Tú trajiste» (S. Josemaría Escrivá, Forja, n. 31). Sin embargo, Jesús sabe que Dios lo ha constituido «signo de contradicción» (cfr 2,34-35) y que esa contradicción afectará asimismo a sus discípulos.
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