33º domingo del Tiempo ordinario – C.
1ª lectura
19 Ved que llega el día,
ardiente
como un horno,
en que todos
los arrogantes
y los que
practican la impiedad
serán como
paja:
el día que
ha de venir los abrasará
—dice el
Señor de los ejércitos—,
hasta que no
les quede
ni raíz ni
rama.
20 Mas para vosotros, los que teméis mi Nombre,
se elevará
el sol de justicia,
que trae la
salud en sus alas.
El profeta anuncia un día de justicia en el que los impíos serán
destruidos, mientras que los justos serán premiados. El Señor no es ajeno a los
cuidados y preocupaciones de los que le temen; más bien es como un rey soberano
que anota en sus anales (cfr Est 6,1-3) los méritos de los justos (v. 16). Por
eso, el día en que el Señor se manifieste será para los que le temen un día de
gloria y de felicidad inexpresable (vv. 20-21), porque ellos son los protegidos
de Dios (vv. 17-18).
La expresión «sol de justicia» (v. 20), aplicada a la venida del
Señor, encuentra su eco en el Nuevo Testamento en el Benedictus o Cántico de Zacarías (cfr Lc 1,78). Por eso no es
extraño que en la tradición cristiana se aplique a Jesucristo: «El Señor ha
venido ciertamente en la tarde de un mundo en declive y casi cercano al fin de
su curso, pero con su venida, puesto que Él es el Sol de justicia, ha regenerado un día nuevo para aquellos que
creen» (Orígenes, Homiliae in Exodum
7,8).
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