33º domingo del Tiempo ordinario
– C. 2ª lectura
7 Vosotros sabéis bien cómo debéis imitarnos, porque
entre vosotros no estuvimos ociosos; 8 y no comimos gratis el pan de
nadie, sino que trabajamos día y noche con esfuerzo y fatiga, para no ser
gravosos a ninguno. 9 No porque no tuviéramos derecho, sino para
mostrarnos ante vosotros como modelo que imitar. 10 Pues también
cuando estábamos con vosotros os dábamos esta norma: «Si alguno no quiere
trabajar, que no coma». 11 Pues oímos que hay algunos que andan
ociosos entre vosotros sin hacer nada pero curioseándolo todo. 12 A esos les
ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo a que coman su propio pan
trabajando con serenidad.
Pensando equivocadamente en la inminencia de la Parusía , había en Tesalónica
algunos que no trabajaban. Por eso, el recuerdo del trabajo abnegado de San
Pablo, para ganarse allí el sustento y no resultar gravoso a nadie, debía ser
estímulo para los tesalonicenses. Los cristianos tienen que «cumplir con
fidelidad sus deberes temporales, guiados siempre por el espíritu evangélico.
(...) La propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de
todas ellas según la vocación personal de cada uno» (Conc. Vaticano II, Gaudium et spes, n. 43). Ésta debe ser
la actuación de cualquier cristiano responsable: trabajar con seriedad para dar
gloria a Dios, atender las necesidades de la propia familia y servir también a
los demás hombres. «Cada uno en su tarea, en el lugar que ocupa en la sociedad
ha de sentir la obligación de hacer un trabajo de Dios, que siembre en todas
partes la paz y la alegría del Señor» (S. Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 70).
Comentarios